sábado, 16 de mayo de 2009

El Oficio del Arte



Me parece apropiado que la raíz de nuestro proyecto se origine en paralelo al debate de los principios del arte, esto es en el origen del proceso creativo a través de la concepción del artífice; En efecto son muchos los papeles que tomamos en nuestro campo, pero una cosa compartimos y es la constante creativa del oficio, el enfoque de autores, críticos, estudiosos y entusiastas, todos somos semejantes y colegas.

Nos confrontamos a un quehacer que permea nuestra cotidianeidad, de manera distinta a la convencional, en cuanto a que las características de nuestra individualidad parecen estar completamente ligadas a la vida profesional, así que nuestro trabajo se vuelve un testimonial de nuestro pensar, de nuestro carácter, nuestra experiencia sensible, incluso nuestros defectos quedan expuestos al vernos sometidos al imperio de los sentidos, el mínimo pudor parece prohibitorio y limitante, de lo cual destilan las muchas particularidades entre disciplinas artísticas, atendiendo al vehículo sensorial que estimula a su público, somos capaces de verter la información que hemos almacenado en la vida, solo para poderlo manipular, interpretarlo y muchas veces, cual infructífero menester, entender las condiciones que compartimos, pues en la habilidad de captar, somos.

En la definición del arte encontraremos que de las capacidades perceptivas del humano devienen categóricamente una serie de conocimientos esenciales, cada experiencia discernible conlleva una decodificación única perteneciente a una correlación del mundo corpóreo, psíquico, fisiológico, que contiene y define al ser humano y su entorno. De los estímulos contextuales se efectúan actos responsivos, se delimitan una serie de formas que han de determinar nuestro comportamiento ante toda eventualidad, lo cual nos brinda una noción de la realidad, asimilamos nuestra existencia y damos por sentado que la serie de experiencias sensoriales que inciden en nosotros son verdaderas. Nuestra necesidad de corroborar la asimilación de estas experiencias es efectiva ante el colectivo de nuestros semejantes mediante la comunicación, intercambiando y comparando las resultantes del conjunto. A la particularidad de cada individuo de comunicar e interpretar sus experiencias se le denomina expresión, lo cual conlleva una serie de elementos que en su estudio hemos colocado dentro de una escala de valores, para poder entender y perfeccionar sus cualidades y debido a que el producto del arte corresponde a una serie específica de códigos para su plena apreciación, es que incurrimos en la subjetividad, lo cual separa a la interpretación de nuestra realidad, de su asimilación directa y funcional, y la realidad amplificada, manipulada, del objeto del arte. Es pues que comprendemos que a las artes les adjudicamos el calificativo de “vehículo de la expresión”. En ello encontraremos la necesidad del artífice, en cuanto a que la vulnerabilidad de nuestra propia concepción existencial está limitada por nuestra percepción, de manipular los valores cognitivos para forzar el equilibrio de nuestras incertidumbres en aras de un triunfo intelectual sobre la adversidad de la ignorancia o la ingenuidad.

Y sin embargo, cómo juzgar si no hay verdad que marque un camino a seguir, en la realidad pictórica hallamos un panorama subjetivo, embriagado de su misma e irreparable inmediatez en el ejercicio referencial, contextual, que conlleva el diálogo estético de ilimitados e incontenibles diferenciales. No hay rectoría inmaculada como no hay discernible ignición, primordial y pura, de sus valores estéticos, en cambio existen sucesivas imposiciones que no han sido erectas ya se destruyen, ya se rechazan, y en cambio persisten, aún más difusas e inteligibles. Adoptamos preceptos temporales, teóricos pareciendo absolutos, irrefutables, pero prácticos son imposibles y obsoletos. Será quizás, que debamos contener solo aquellos que nos permitan un mínimo de sobriedad, ante un mecanismo permanentemente cambiante, tan solo para obtener un momento de claridad, una persistencia existencial que trate de definir aquello incontenible descriptivo, pero en sus cualidades emotivas, que aunque de frustrada plenitud, aparentemente irrepetibles, es la terquedad de una permanencia ilusoria, de la certeza que se nos escapa y es necesario reconstruir repetidamente en la acción del artificio.

En mi limitada experiencia y humilde opinión, las obras artísticas carecen en sí de valor alguno si el autor no es capaz de trascender en su espectador, a su audiencia o consumidor, que incluso si no posee suficientes conocimientos para poder decodificar plenamente las dinámicas que interactúan en el medio, puedan verse conmovidos, transgredidos, sublimados, ofendidos, confundidos o irremediablemente perplejos, y es por ello que mi principal motivación radica en nuestra capacidad de asombro y por lo cual, cada vez me parece una tarea más compleja e inalcanzable, puesto que la mayoría de las obras que admiro gozan de una profunda atemporalidad y nuestro mundo parece padecer hoy de una insufrible prontitud.

Luis Sánchez

* La ilustración del principio es de un magnifico artista mexicano, Ricardo Pelaez, pueden checar mas de sus trabajos en su perfil de Deviant Art.

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